RECONECTAR CON LA NATURALEZA...
(fotografía de la Playa de Patos cedida por mi amiga Pilar)
En agosto tuve la suerte de compartir una experiencia inolvidable. Una semana en Luneda con un grupo de compañeros increíble. Guiados por Eva Julian que al final nos propone hacer algún comentario, escribir alguna experiencia de lo vivido...
Y esto es lo que a mi me surgio:
UNA SEMANA EN LUNEDA
¿Como
resumir una semana de reencuentro con la naturaleza? ¡Uau! tanto que contar.. no sé
resumirlo en este momento. Por eso decido contar esto de lo que me dí
cuenta en mi regreso:
Durante esa semana
pude hablar con la naturaleza. Sentir mi naturaleza. Comprobar en mi
como un sónido es una frecuencia armonizadora.
Conocer
la mágia que, quizás en el pasado, enseño a nuestros antepasados la
existencia de los Duendes Hadas y demás seres que habitan en la
naturaleza.
Y...
Ya
de vuelta por los montes de La Cañiza, Samantha al volante, charlando
con Carmen que la acompaña delante. Contandole historias de esos montes
de donde encontro a
Sara y Matilde (sus sabias perritas) cuando solo eran unas
cachorrillas. Conversan animadamente durante el regreso a Vigo.
Yo
voy sólo en el asiento de atras, viendo el paisaje, escuchandolas...
viendo el movil de vez en cuando. Ya, conectandome con mi mundo
habitual. Con mi realidad habitual. Alguna llamada pendiente, sms, lo
normal.
Y todavía conservo en mí, la
fuerza y el entusiasmo con el que me harmonicé durante esa semana.
Conectado con la la frecuencia que me lleva a levantarme cuando sale el
sol y empezar el día con mis ejercicios de Qi Gong. Esa resonancia que
sintonicé en Luneda a través del trabajo de Eva. Esa energía que me
lleva a saltar, reir, estar en comunión con los arboles, el agua, el
viento...
Ahora toca regresar.
Me encuentro mejor que bién. ¡Despierto! ¡Fuerte!
¡Consciente!
Y de pronto el paisaje cambia.
Comienzan a aparecer, cada vez más postes de alta tensión. Algún
edificio y en cada centimetro de mi piel puedo sentir como cambió la
frecuencia. La ionización tal vez. El aire está diferente.
Caliente. Espeso del humo de los coches. Ruidoso más alla del tráfico de los camiones.
Nos despedimos en la estación de autobuses de Vigo.
Abrazos.
Y
ya en el autobus voy pensando, dandome cuenta, haciendome consciente de
los cambios que se han producido en mi durante esa semana.
Cuando llego a Gondomar, caminando llego al edificio en el que vivo...
Al lado pasa el rio Miñor, rodeado de arboles y zarzas.
Me paro y observo como me siento.
Ahora sé que a un lado está el edificio en el que vivo... y entre los arboles y el agua, veo mi Hogar.
Hoy escribo este recuerdo en la playa rodeado de personas, seres humanos que estan en sus historias.
Y el Mar.
Gracias Eva.